Pocas veces un autor ha logrado antes plasmar con tanta crudeza el escepticismo del hombre contemporáneo como lo ha hecho el poeta venezolano Juan Carlos Vásquez. Sus versos configuran una poética del desencanto, describen un mundo “desangelado”, donde las pocas ilusiones que le quedaban al siglo XX se han transformado en las pesadillas del XXI. El poeta apela a lo autobiográfico –es mayoritariamente la suya una poesía del yo- para ilustrar con la primera persona del singular el nosotros general, sumido en las perplejidades del ahora, que es un tiempo amenazado no ya por las dolorosas reminiscencias del pasado o por el chantaje del porvenir, que proyecta su sombra sobre el presente prometiendo arruinarlo todo en cualquier momento; en la poesía de Vásquez el mal –que es un mal político (lo objetivo por antonomasia) y a la vez subjetivo- es parte de la esencia misma de ese ahora fatídico. Agudamente, el autor no se separa de eso que contempla, sino que se sabe inmerso en ello como parte constituyente y principal. Vásquez no condesciende a la lástima ni a un simple desasosiego; no tiene la mirada del observador omnisciente y separado, que contempla y juzga y que moraliza satisfecho. Tiene la visión de quien se sabe manchado por esas mismas lacras, por el hecho de ser contemporáneo y así, configura una metáfora general, aplicable a toda la especie: una crueldad en verso libre, tan bien lograda como poéticamente eficiente. Luis Benítez (poeta, narrador, ensayista y dramaturgo argentino).


Ávido por el naufragio, entre amenazas, lamentos e imprecaciones, el poeta elabora una "sustancia silenciosa", donde el yo es asistido por la contemplación de los lugares mas sensibles buscando la conjunción entre arte y vida. Su espíritu transita de la existencia al azar. Vivir es —para él siempre caminar sobre la cuerda floja, desdoblarse ante innumerables miradas. En sus poemas están imbricados el amor y la fatalidad provocando un efecto profundo de lamentaciones. «Vida, azar, amor y fatalidad en los poemas de Juan Carlos Vásquez, por Manuel Pinta (Coordinador de La Résonance)».


Activista de la cultura y de la poesía, Juan Carlos Vásquez, venezolano y afincado en Nueva York, nos ofrece la posibilidad de vivir la vida con las incertidumbres que esta conlleva y que forma parte de ese día a día, nos dice el poeta: “desenterrar el vacío, lanzarse,/ sentirse tan cerca de pesar de la distancia…”.La obra de Vasquez forma parte de diversas antologías internacionales. Mónica López Bordón (Columnista y Crítica Literaria y cultural del semanario Puerta de Madrid (Desde 2003 hasta 2017).


La voz lúcida de Juan Carlos Vázquez revela mundos oscuros y paisajes internos inquietantes con gran carga emotiva, siempre acompañada de humor, ironía y contemporaneidad. Su don reside en acercarnos a la verdad de estos mundos con relatos excepcionales de amplia gama de tonos y matices emocionales, lenguaje cuidado y lógica sin tregua. Susana Medina (escritora inglesa).


A través de la poesía, encontró un medio para expresar su incertidumbre, para reclamar, librarse de tanto… Un desahogo ante ese misterio que encierra la vida. Desde su infancia, escribir fue un acto de reflexión que le planteaba buscar nuevas formas. Por eso vive en una búsqueda constante, viajando, conociendo, inundándose de experiencias para satisfacer su curiosidad y sus anhelos. La vida, el amor, la tristeza, la muerte, son temas que le atraen. En las calles de Nueva York y San Francisco encontró rasgos psicológicos humanos muy intensos y participó en muchas de sus historias. «Tercer piso y tres poemas de Juan Carlos Vásquez (Revista Resonancias, Francia)».


Un texto inmerso en una profunda angustia y desesperación que se desenvuelve en imponentes metrópolis, con seres acorralados entre enormes estructuras de concreto. Los personajes, desprovistos de reservas, emergen como anti-héroes enfermizos que inspiran ternura en medio de sus tragedias, impregnando todo a su paso. En un mundo sin diagnóstico, se rechaza el juicio, permitiendo que cualquier pensamiento irrumpa. La narrativa transita de lo clásico a lo irreverente con un sigilo cortante, mientras el autor se burla de los personajes, del mundo y de sí mismo. La representación logra convertir la tragedia en sátira, deslizándose de la alegría hacia una pendiente inevitable. Hombres y mujeres sucumben a las costumbres en lugares donde cielo e infierno carecen de existencia, y la repetición de los actos se convierte en el más sombrío ejemplo de encadenamiento.
Intrigante universo. "Tres días" de relatos, por Milton Ordóñez. (Escritor - Premio Fundarte 1991).


Como poeta, creo conocer cuándo un relato contiene el germen de la poesía, y este es el caso de "Tres días". Lo surreal, lo dark, son condimentos de algo mayor. Y si Orlando te ha vinculado a Cortázar, lo que es un buen síntoma para tu literatura, será porque aquel niño enorme que era Julio, y vos Juan Carlos, comparten el mismo encandilamiento creador ante la luz de todo cuanto es bello. «"Tres días", por Eduardo Espósito (escritor argentino).


Viajero incansable, apreciamos en su poética influencias de las culturas que ha visitado, el espectro de las ciudades en que ha residido por mas de diez años (Saint Petersburg, Tampa, Florida; Nueva York; San Francisco) traduciéndose, por ello, en una lírica muy cultivada, dotada de un fuerte realismo, tal vez algo iconoclasta, pérfido y duro; en cierto modo espejo cóncavo de la vida del hombre de nuestros días, acechado por verdades estereotipadas que condicionan su existencia, y donde la voz del poeta, «whoping liberty», lucha por salir. Literatura del mañana.


La poesía de Juan Carlos Vásquez tiende de una manera insistente a la abstracción y al ensueño. El poeta transcribe sus estados de ánimo: compara la poesía con la vida y el infierno con el deseo. Su más caro anhelo parece ser aprehender lo inaccesible, algo que tuvo delante de sus ojos y que su memoria no pudo grabar con la precisión debida. En el poema “La Fiesta”, Juan Carlos Vásquez, describe las imágenes del vino desatándose en forma de auxilio (el ansia de escapar a la soledad) para hacer estallar pirotecnias que enceguecen sus ojos. «Los poemas de ensueño de Juan Carlos Vásquez. Revista La Résonance, Francia.


Tampoco yo creo que la solución pase por los habituales Dioses del cielo, más intemperie que otra cosa, pero también es muy cierto que a muchos la poesía nos ha dado algo por lo que creer y celebrar. Claro que la vida no nos rima por más que lo intentemos, chirrían los tristes engranajes de este mundo a veces mudo, desafina toda esta partitura por tantos nidos faltos de impulso que uno en efecto se calza inválido, clamando al viento por esa carencia de pureza tan elemental. Y es entonces, querido Juan Carlos Vásquez (Venezuela, 1972), cuando a uno le toca reinventarse a través de otras poéticas más biológicas, como se nota que tú has hecho. Claro que la vida no nos rima por más que lo intentemos, pero el empeño es tan sublime y magnífico como difícil de sujetar para el poeta que sufre de alma desbocada, no es el odio el que nos motiva, el odio nos contrarresta y seguramente nos equilibra. “Contra la nada, y de la nada enuncio y doy forma, imagino estar.” Mientras se inicia el día con la rebelión controlada de Chase & amp; Status, me llega la poética directa y visceral de Juan Carlos Vásquez, que sugiere tanto como enciende. Que la poesía encienda pues lo que la vida apague. Boris Rozas (poeta argentino).


Está entre un lugar y otro distinto. No es de este ni de aquel sitio. Logra más rupturas que lazos. Tal cual errante, vive y resiste diferentes ciudades y experiencias, en un ciclo sin fin, que condiciona la repetida partida y la constante necesidad de escribir como “desahogo y liberación del alma. Para ser él mismo y así sentirse pleno”. 
Su transcurrir es renacer continuamente. Rehacerse en nuevos escenarios para habitar en los territorios de la NADA, a partir de una propia construcción, con un paso puesto en la realidad y el otro, al costado de lo fantástico.
En un brindis íntimo, Juan Carlos Vásquez convoca al recuerdo, mezclando pasado y futuro, en un presente en el que la ida y el retorno preceden y desencadenan un conjunto de relatos: “Vulnerables”. Cada uno, una puerta abierta que confronta y nos lanza a extremos y contrastes vividos, por más de una década, en diferentes ciudades.

Desde la convivencia en relaciones cotidianas hasta trascender lo humano e instalarse en la experiencia de un gato o un gallus, transita las vicisitudes que simplemente se experimentan al ser parte de única realidad: el existir.
Y si bien él se libera, al transportarnos en sus relatos, nos atrapa en sus territorios y vivencias, con tan sólo cruzar una línea delgada, enfrentándonos a un escenario de coexistencias y experiencias opuestas, pero posibles.

Como el transcurrir en un amanecer de noche de navidad, entre la soledad y la angustia, cuando el lector asiste a un desesperado relato que sofoca, desde el primer hasta el último sorbo de una botella de vino, inundado por la confusión y la tortuosidad entre partir y no partir de una ciudad, que aunque lo atrae y seduce, lo hastía y debe dejarla.
O mientras en una carta, este viajero incansable, exterioriza el estado de un yo, presente, ante un tú, ausente, haciendo parodia de las imposturas y prejuicios de la realidad establecida. Ironiza el entorno que no condiciona ni sus excesos ni su incesante partida, la cual se convierte en una provocación, a riesgo de la incertidumbre.
Escenario que permite enfrentarnos a los procesos mentales y creativos que terminan en angustia. Desde imbuirnos en el mundo de la cosa, cuyo sentido le da la circunstancia humana, hasta en la experiencia de vagar a través de un sistema de signos, mientras el autor se estaciona al borde de la cornisa, entre lo real y lo imaginario, confrontando una realidad que lo arrastra a una perspectiva de pesimismo crónico como consecuencia del sin sentido y lo grotesco de lo humano. La poesía, los lugares, la música y el alcohol son su patrimonio para lograr desahogo.
No en vano, nos permite el relato de un gato y su estadía forzosa en la casa de sus “amos”, quien retando el encierro burla el dominio humano, dándose modos, entre las perspectivas del suelo y las del tejado.

Otro viaje, en un imaginario túnel gris, encierra una serie de circunstancias atrapadas en el recuerdo de un pasado que lo persigue y lo confronta consigo mismo, entre el ir y venir de las personas y el pasar de las ciudades. No hay concentración ni dedicación en el aquí ni en el allá. El ser que lo habita delira en los tiempos, vive un paso más allá de la realidad. “Su visión es una profundidad sin fondo, flotar sin remedio en la propia extinción”, hasta obligarse a elegir por él, para no hundirse, como los otros que habitaron parte de su vida.

Desde una lectura temática, con el eco del latido nos acerca a la muerte, afrontada en varios relatos y presente en el abordaje fundamental que enlaza esta selección de relatos: las relaciones.
En una narrativa continua, sin trabas gramaticales ni desvíos temáticos, con pausa breve y ritmo incesante, transita de lo sublime de la reconciliación de pareja a lo trágico de la separación forzosa: la muerte, desencadenada de una constante crisis de convivencia y contra convivencia. Entre el sarcasmo, la ironía y un prolongado suspenso se enfrenta a sí mismo, respecto a la crisis de idas y vueltas, de encuentros y desencuentros, cuestionando el sin sentido de la rutina, el egoísmo y transmitiendo cansancio, miedo y angustia.

En otro tiempo y otra circunstancia, los cambios emocionales de ella nos transportan entre la ternura y la violencia; la pasión y el odio. Una relación adictiva y co dependiente, que se desarrolla a partir de una tentadora seducción. Nos envuelve en una constante inquietud por sentimientos de culpa ante la presión, exigencias sin límite y su presencia asfixiante, que no provocan más que ganas de huida y dejan fisuras que generan un enfrentamiento repetido que finalmente, desemboca en la fatalidad.

“Desde Wards Island, una isla en New York, tan cerca y tan lejos de Manhattan, se inicia todo un ciclo de eventos que logran conjugar los tiempos y las historias. Personajes sin reservas, que en sus delirios, llegan a inspirar ternura”. Gisela Morales.

Gisela Morales Gonzales, estudió Comunicación Social en la Universidad Mayor de San Andrés y Universidad Andina Simón Bolívar de la ciudad de La Paz. Ejerció periodismo, elabora y desarrolla estrategias de comunicación y materiales impresos. Planifica y evalúa proyectos de desarrollo social. Ha publicado entrevistas y materiales institucionales diversos en los últimos veinte años. Sobrina del escritor Jaime Sáenz Guzmán, responsable de su archivo y derechos de autor.


En su ardiente denostación de los tiempos modernos, a todo poeta, así lo ignore, le toca atravesar el desierto que con dolor destruye toda verdad de que se es dueño. En estos poemas de Juan Carlos Vásquez llega la noche impregnada de enfados, satisfacciones, ausencias, preguntas sin respuestas, examen de sí mismo cuya balanza se inclina más hacia el desespero. Robert Graves ha dicho con sabiduría que en esta época «el dinero puede comprar casi todo menos la verdad y a casi todo menos el poeta poseído de la verdad». Pertenecer «a un sueño interminable / que se vuelve aburrido / y agotador» es evidenciar los sueños con su poder de revelación de la vida, cuando la realidad muestra su rostro de carencia o pérdida. Surge la estupidez, esa estupidez humana de la que tanto nos habla un escritor triste como Flaubert. El inútil razonamiento ante el inevitable fin de las cosas, aunque el poeta pueda tejer la razón y destejerla hasta las hilachas de locura. Cuestión que por la cadena asociativa nos lleva a pensar en el oscuro y frío mundo del racionalismo que la experiencia kantiana les había ofrecido a los jóvenes románticos. «Juan Carlos Vásquez: denostación de los tiempos modernos. Rubén López Rodrigue (escritor y editor colombiano, fue el fundador de la revista Rampa)».


Una poética del extrañamiento distingue estas obras del poeta Juan Carlos Vásquez, brindándonos caudalosamente una perspectiva nueva para contemplar la realidad -las realidades, deberíamos decir, ya que son múltiples e interactuantes- más allá de las pautas acostumbradas para la observación de los hechos, los personajes y las circunstancias. Sin embargo, el punto de vista del poeta no opera por alejamiento, situándose fuera del contexto que atraviesa con su mirada: lo que hace, por el contrario, es sumergirse plenamente en el medio que explora, atravesando las capas y los sustratos que lo componen, para relevar sus secciones y poner de manifiesto las particularidades de aquello que, en ocasiones, se ofrece como ficción siendo lo real y viceversa. En ese trabajo exploratorio, tan peligroso como fascinante, Juan Carlos Vásquez bucea sin brújulas, como queda tan expresamente señalado en su poema titulado “Extra Mundo”: Voy a sustituir mi realidad por un delirio”, esta alteración implicara dejar “muchas cosas de lado.” Es el momento de adelantarme “a mí mismo”, como si hubiera perdido el juicio, “será una apuesta difícil” y peligrosa que comienza hoy”. Un riesgo que le agradecemos que corra, aquellos que somos sus lectores. «Acerca de la poesía de Juan Carlos Vásquez. Luis Benítez (poeta, narrador, ensayista y dramaturgo argentino».


“Degeneración”. Esquizofrénico relato, esta vez, sobre los desastres que provoca hacerse, esta vez, aún más mayor. Número 100 Revista de The Barcelona Review.


En una obra escrita en años tan distantes, en estados alterados y omnipresentes, toda selección tiene que ser en alguna medida arbitraria. En sus relatos, microrrelatos, crónicas, diarios, cartas y reflexiones los protagonistas se quejan sin parar. En ocasiones, se ayudan con «sueños, alcohol y Thorazine», añaden amor, violencia, vacíos o euforia desmedida y, al cabo, descubren la panacea en un deseo experimental (e imaginario) llamado «contemplación», que los deja idos de por vida. «Textos rescatados bajo el subsuelo de muchas ciudades». Vásquez en su vertiente satírica «registra "antihéroes enfermizos y asqueados" [él mismo]». Sal pimienta el descanso con el estrés y la relajación con las intrusiones del mundo que no lo permiten. En ese sentido, lo cierto es que no se ahorra detalles, por ejemplo, al relatar sus expediciones, aunque su deseo de «hibernar» en un tiempo no tan lejano, no es gratuito, es una «iniciación» necesaria, cuestión de supervivencia. El planteamiento subconsciente constituye uno de los placeres de leer a este autor, estriba en el tono con que aborda su material. Así, rezuma una ironía ácida, y sus resonancias ponen en foco la confrontación interna de los personajes. Juan C. Vásquez quiere a toda costa cargarse al mundo de la cotidianeidad y a cualquier forma de afán popular. Un «dramatis personae» fabuloso. 
Vulnerables. Gerard Basté (escritor catalán).


El proceso de creación de este autor es péndulo entre vida y obra, el viaje, la muerte, y el abordaje psicológico de los personajes y sus extravíos constantes en la narrativa de Juan Carlos. Vasquez, son referencia ineludible a lo vivido. Relatos breves en extensión sobre la página, y de amplitud infinita en lo que está detrás de las palabras. Una escena en el cine es lo que ves, detrás de cámara, miles de sucesos se proyectan sin reflectores, para esa única escena que capta el ojo. El andar de las letras de Juan Carlos es el jadeo del perseguido, queriendo tomar el próximo vagón del metro. El que se resiste a la urgencia sin sentido de las grandes ciudades, pero sucumbe ante ellas, ante su telúrico ser, sediento de más. Wafi Salih (poeta y escritora venezolana).


Estoy persuadido que las generaciones de escritores y poetas «de relevo» que he leído son proclives a lo que defino «Diestra Ortodoxia», porque han seguido lo que (en el curso del Siglo XX y fieros) establecimos como La Ética y Estética Escritural de la Forma con Sentido. Ellos no exhiben la manierista, furtiva y «de vitrina comercial» ruptura que caracterizaba a cierto sector entre los hacedores novísimos que protagonizamos durante las Décadas de los Años 70/80/90. Hubo naturales (de «heterodoxia») contiendas intelectuales que fijarían la «doxa» ya por mí descripta. Fuimos «heteros» que, tras convocatorias y pugilatos, devenimos en hechos consumados.
No es paradojal: la maduración de la «estética de lo irreverente» culmina fijándose como doctrina, que no «de gobierno». No gobernamos en el Panorama de Literatura Nacional del Siglo XXI, ningún sujeto o grupo jamás lo hará, empero somos eso que se conoce como «referencias necesarias». La Institucionalidad de la «Narrativa», el «Ensayo» y «Poesía» surge de la invención o documentación individual cuando no de la adivinación en su fase superior de acto creativo.
[...] Escritores y poetas como Moisés Cárdenas, Agmary Feder y Juan Carlos Vásquez (por ejemplo) forjan sus creaciones bajo la mencionada «Diestra Ortodoxia». Tienen talento y son hábiles para no sucumbir a la tentación de la manierista, furtiva y «de vitrina comercial» ruptura. Saben que la opción de la «Anti-Literatura» no es legítima expresión contra-cultural en tiempos donde nadie dice tras des-decirse ética y estéticamente.

Extracto del artículo: «Cárdenas convicto por haber consumado literatura» del escritor Alberto Jiménez Ure.


Juan Carlos Vásquez presenta una exploración intensa y reflexiva sobre la temática de la muerte y la conexión humana. Su estilo se caracteriza por descripciones detalladas que sumergen al lector en la psicología de los personajes, así como en los escenarios que sirven como telón de fondo para las decisiones extremas que toman.
La elección de la asfixia mecánica, la nostalgia y el exceso como elementos crea un hilo conductor que revela la obsesión de los personajes con la muerte y la manera en que utilizan este acto como un medio para alcanzar una conexión más profunda. Vásquez también emplea elementos naturales, como el paisaje montañoso o la contemplación de árboles, para resaltar la dualidad entre la belleza de la vida y la decisión consciente de ponerle fin.

El autor juega con la narrativa en primera y tercera persona, utilizando estos cambios para enfocarse en la situación y explorar distintas perspectivas. Esta técnica aporta complejidad y permite sumergirse en la mente de los personajes, cuestionando sus motivaciones.
La obra de Juan Carlos Vásquez destaca por la profundidad psicológica y la cuidadosa construcción de escenarios. 
Clara Bennett, "PageTurner Reviews".


* Última actualización: 25 de Julio de 2022.